El Papa León XIV: “La verdadera devoción a María es la escuela del servicio y la humildad”
Durante la clausura del Jubileo de la Espiritualidad Mariana, el Pontífice anima a los fieles a imitar la disponibilidad de la Virgen y a no separar la oración de la caridad.
Mireia Bonilla – Ciudad del Vaticano
En una mañana luminosa de otoño en la Plaza de San Pedro, el Papa León XIV presidió la Santa Misa de clausura del Jubileo de la Espiritualidad Mariana, concluyendo así un fin de semana de peregrinación, oración y reflexión dedicado a la figura de la Virgen María como modelo de fe y discipulado.
Ante miles de peregrinos venidos de todo el mundo, el Santo Padre recordó que “la auténtica devoción mariana no se detiene en las palabras o los gestos externos, sino que nos impulsa a seguir el ejemplo de María, que supo ponerse en camino para servir”.
“El verdadero amor a María —dijo el Papa— nos enseña a mirar más allá de nosotros mismos, a salir al encuentro del otro con la misma prontitud con la que Ella fue a visitar a su prima Isabel. La espiritualidad mariana no encierra, abre; no detiene, pone en marcha.”
La humildad que transforma el corazón
El Pontífice centró su homilía en el pasaje evangélico de las Bodas de Caná, recordando que María no busca protagonismo, sino que señala discretamente hacia su Hijo: “Haced lo que Él os diga”.
En este gesto, el Papa León XIV reconoció el modelo de toda vida cristiana: “En el silencio y la humildad, María nos enseña que el milagro más grande ocurre cuando el corazón se abre a la voluntad de Dios”.
A la luz de este pasaje, el Santo Padre invitó a los fieles a reflexionar sobre la importancia de escuchar y no imponer la propia voz:
“Hoy, en un mundo lleno de ruido y palabras vacías, María nos enseña el arte de callar para escuchar a Dios y a los hermanos. La humildad abre caminos donde la soberbia levanta muros.”
María, madre de la esperanza
El Papa también dedicó un momento especial a quienes viven situaciones de sufrimiento, recordando que “la Virgen está presente junto a los que lloran, como lo estuvo al pie de la Cruz”.
En un tono de cercanía, el Pontífice dirigió un mensaje a las madres del mundo que luchan por sus hijos, a los migrantes que buscan un hogar y a quienes sufren por la guerra:
“A todos ellos, María les dice: no tengan miedo, su Hijo ha vencido al mal. La esperanza cristiana no defrauda porque nace del amor que no pasa.”
Llamado a una fe encarnada
Al concluir la celebración, el Papa León XIV advirtió sobre el riesgo de “una fe desencarnada, que se queda en lo devocional y olvida lo esencial del Evangelio”.
“La espiritualidad mariana no puede separarse de la compasión ni de la justicia”, insistió. “El cristiano que reza el rosario pero cierra su corazón al necesitado no ha comprendido el mensaje de la Virgen.”
El Pontífice animó a todos los fieles a “mantener viva la llama de la oración” y a “convertir cada gesto mariano en un acto concreto de amor y reconciliación”.

Bendición final y envío
Antes de impartir la bendición apostólica, el Papa León XIV depositó ante la imagen de la Virgen de Fátima una rosa de oro, símbolo de gratitud y confianza.
Concluyó invitando a los presentes a ser “peregrinos de paz” en sus comunidades:
“María nos lleva siempre a Cristo, y Cristo nos envía al mundo. Que este Jubileo sea un nuevo comienzo en el camino de la fe, donde oración y caridad caminen unidas.”

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