“DIJE SÍ A DIOS” Por Hna. Marcelina Valdez Vega, O.C.J.
“La vocación religiosa es un misterio de amor entre Dios que llama y la persona que responde libremente porque se siente amada por Él.”

Con esta profunda verdad en el corazón, la Hna. Marcelina Valdez Vega, conocida cariñosamente como Marcela, comparte su historia vocacional y su experiencia misionera en la selva del Perú. Religiosa de la Congregación Obreras del Corazón de Jesús, lleva 21 años de consagración y es originaria del Paraguay, país ubicado en el corazón de América del Sur.
Un llamado desde la sencillez
Marcela nació en una familia católica, donde la fe se vivía cada día. Su llamado vocacional brotó cuando era adolescente, durante un novenario a San Blas. Escuchando el Evangelio de la Anunciación, sintió en lo más profundo de su corazón el deseo de ser, como María, totalmente de Dios. Aunque guardó en silencio esa experiencia por vergüenza y desconocimiento de la vida consagrada, la semilla del llamado ya estaba sembrada.
Durante su juventud intentó acallar la voz de Dios, buscando llenar su vida con actividades, amistades y diversiones, pero el vacío interior crecía. Hasta que un día decidió responder con valentía. Tenía 19 años cuando conoció a una religiosa de las Obreras del Corazón de Jesús que visitó su comunidad. Tras una sincera conversación, aquella hermana le dijo con ternura: “Eju ehecha” (“Ven y verás”). Desde entonces, su vida comenzó a llenarse del amor de Dios.

En el año 2004 inició su formación religiosa, y paso a paso, en medio de la oración, los retiros y la vida comunitaria, fue confirmando su vocación consagrada. Pronunció su consagración total a Dios, segura de que ese amor universal y esa entrega completa eran su camino.
Misión en la selva del Perú
Su anhelo de ser misionera en tierras lejanas se hizo realidad en el 2014, cuando fue enviada al Perú. “Con inmensa alegría y confianza en el Corazón de Jesús dije ‘Sí’ —recuerda—. No me preocupaba dejar mi tierra o mi familia; solo quería ser misionera de Dios”.
Su comunidad se encuentra en Shamboyacu, en la provincia de Picota, departamento de San Martín, una zona rural donde las Obreras del Corazón de Jesús fundaron una presencia en el 2013. Esta fundación respondía al sueño de sus fundadores, María Jesús Herruzo y P. Pedro Castro Quero, quienes anhelaban que las religiosas llegaran a los lugares más olvidados, donde “pocos quisieran ir”, para llevar a Jesús y extender su Reino.
Cuando Marcela llegó en 2015, encontró una realidad desafiante: falta de agua potable, salud y viviendas adecuadas, pero también personas de fe sencilla y corazones abiertos a Dios. El trabajo pastoral era vasto: catequesis, pastoral juvenil, visitas a enfermos y acompañamiento en comunidades donde la misa solo se celebra dos o tres veces al año, debido a la escasez de sacerdotes.

Una casa hogar, un futuro con esperanza
Durante las visitas pastorales, las hermanas y sacerdotes notaron que muchos jóvenes abandonaban sus estudios por falta de recursos o de escuelas cercanas. Surgió entonces la necesidad de crear un espacio que ofreciera oportunidades. Así nació, el 27 de noviembre de 2017, la Casa Hogar “Virgen de Araceli”, con capacidad para 40 niñas provenientes de los caseríos más vulnerables.
Las Obreras del Corazón de Jesús asumieron la misión de acompañarlas integralmente: en lo espiritual, humano y académico, brindándoles un hogar donde crecer en valores y esperanza. “No estoy sola en esta misión —dice Marcela—. Trabajamos en comunidad, junto a sacerdotes y laicos cooperadores, todos unidos por el amor de Cristo.”
Un nuevo “Sí” para seguir amando
Después de tres años en Shamboyacu, la congregación le pidió volver a Paraguay, luego sirvió en Argentina y, finalmente, en 2023, recibió la propuesta de regresar al Perú. Su respuesta fue la misma de siempre: “Sí”. Hoy continúa su servicio con la misma pasión y alegría que el primer día.

“Esta misión no es solo dar o evangelizar —comparte—. Yo recibo mucho más: la fe sencilla de la gente, su humanidad, su testimonio. Ellos fortalecen mi fe y me enseñan a ver a Dios en lo cotidiano.”
Un llamado para todos
La historia de la Hna. Marcelina es testimonio de que Dios sigue llamando hoy. Su vida misionera, marcada por el amor, el servicio y la alegría, nos recuerda que decir “Sí” a Dios transforma la vida.
“No tengan miedo de decir ‘Sí’ a Dios y de gastar su vida por Cristo.
Cuando Él nos llama, nos da también la gracia para servirle con amor.
En ese camino descubrimos que Dios nos da vida, y vida en abundancia.”









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