Hna. Ana Galeote, De Corazón Universal
Soy la Hna. Ana Galeote, Salesiana del Sagrado Corazón de Jesús. Española de origen, pero de corazón universal, abierto a cualquier lugar donde el Señor quiera llevarme.
Nací en un pequeño y bello pueblo del sur de España, llamado Iznájar, donde se crece llevando a María en los labios y en el corazón. Sus gentes, mi familia y mi párroco sembraron en mí la semilla de la fe y me enseñaron a amar a Aquel que dio su vida por mí.
Con el profeta Jeremías puedo decir que me sedujo y me dejé seducir, sentí la llamada de Dios, un susurro que me decía, deja todo y sígueme. Y llena de gozo partí, con el corazón enamorado, de mi tierra y de la casa de mis padres con el deseo profundo de ser misionera, para llevar el Evangelio a todas las gentes, especialmente a los jóvenes a quienes veía perderse por caminos alejados de Dios. Este camino lo hice de la mano de una mujer, la Beata Piedad de la Cruz, nuestra Fundadora, quien ardía en deseos de ir a misiones para llevar almas al Cielo.
Tras el tiempo de formación me encontré de lleno en la misión, en mi propio país, donde la indiferencia ante lo religioso está llevando a los hombres, a los jóvenes y a los niños a un vacío existencial muy grande. Allí me he sentido misionera y he crecido como tal en las diferentes misiones que mi Congregación me ha encomendado: intentando ser caricia y ternura de Dios entre los más necesitados, pobres, enfermos, gente que vive en la calle…, al pie de la cama de un hospital, en casas de acogida para ancianos, para enfermos de SIDA y drogodependientes…; y al lado de los jóvenes, acompañando sus procesos, sus vidas frágiles y vacías, caminando a su paso para que lleguen a descubrir junto a ellos a Jesús Resucitado, a Aquel que llena la vida de sentido. Y en el corazón, historias desgarradoras, rostros y nombres que poner cada día en el Altar y ante el Sagrario y el sueño, cada vez más hondo, de ir a otros países para anunciar a Cristo en aquellos lugares, donde la falta de misioneros hace que no llegue la Buena Noticia a todos.
Y ese día llegó el pasado año, cuando tuve la dicha de ser enviada a este bello país, Perú, y concretamente a Picota, en plena selva amazónica. En este lugar estamos presentes desde el año 2014, colaborando con los sacerdotes en la pastoral evangelizadora de la parroquia Virgen del Perpetuo Socorro, con los niños, jóvenes, familias, enfermos…
Desde mi llegada me siento sobrecogida ante esta misión tan grande, tan necesitada de misioneros que anuncien a Cristo hasta los lugares más alejados, perdidos en la selva…, sobrecogida ante tanta necesidad humana y espiritual, ante historias de vida en los jóvenes que solo dan ganas de llorar, de abrazar, de dar mucho amor, porque es lo que vemos que falta, un amor que sane tantas heridas que la vida va dejando en el corazón de las gentes. Y en mi corazón suenan las palabras de mi Fundadora: “Hacedlo todo por Amor” y eso es lo que tratamos de llevar, mucho amor que sane y cure las heridas del alma. Cuesta sentirse impotente ante tanta necesidad que socorrer, pero ponemos en manos de Dios aquello que nosotras no podemos hacer, allí donde no llegamos y confiamos en Él que pondrá lo que falte.
La experiencia misionera que aquí vivimos nos sumerge también en un silencio profundo, orante, donde casi sin palabras presentamos al Señor esta parte de la humanidad que tanta necesidad tiene de Él y dejamos que Él vaya guiando esta porción de su Iglesia y le pedimos no decaiga en nosotros la fe, la esperanza y el amor, sino que se vea fortalecida para seguir dando y dando hasta que el Señor nos pida la vida para ir a su Reino, donde sentados cara a cara, podamos presentarle nuestro corazón lleno de nombres y de historias de vida ya sanadas porque hubo mujeres valientes y arriesgadas que entregaron su vida por los hermanos.
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